jueves, 27 de agosto de 2015

Las Grandes Paredes.

Para no romper la tradición, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que visité estos lugares, pero bueno, aún tengo 40 años y de aquel entonces a hoy puedo decir que algunas cosas han cambiado, no muchas pero sí importantes. Dicen que “cuando una puerta se cierra, otra se abre”… Yo prefiero pensar que los caminos que transitamos no tienen puertas, solo intersecciones que nos pueden llevar en muchas direcciones y a diferentes destinos. Abiertas o cerradas las puertas nunca se mueven, quien se mueve es uno y estar en movimiento siempre es positivo.


Los últimos años (nueve para ser exacto) los dediqué a un gran proyecto, en términos de escalador diría que fue como subir una gran pared. Para éste tipo de paredes en lo primero que te fijas es en tu cordada, no sólo debes confiar en ella, sino que debes asegurarte de que tenga aún más experiencia que tú, de esa manera el aprendizaje está garantizado. En las grandes paredes se pasa frío, se tiene hambre y el cansancio puede ser mucho, pero las risas no faltan, se tiene una gran vista y el avance de cada paso, de cada secuencia y de cada largo representa una pequeña conquista. Mientras más dura es la ruta, más grande es el placer de escalarla.


Tuve la oportunidad de formar parte (casi desde el inicio) del proyecto de ALTA Vertical. No puedo decir que lo vi nacer (al menos no desde dentro), pero sí puedo decir que lo vi crecer y eso generalmente es más importante. Por alguna extraña razón podrías perderte el nacimiento de un hijo, pero de ninguna manera deberías perderte sus primeras sonrisas, su primer palabra, los primeros pasos. Su primer diente caído, su primera recitación o su graduación. Escalando… su primer 5.9, su primera punta y menos aún el primer encadene. Y sí, en nueve años me tocó ver muchísimos encadenes, algunos desde la posición del asegurador, otros sólo dando ánimos para que alguien más encadenara y otras veces siendo quien puntea, quien pone el yoyo.


Como en toda pequeña gran empresa me tocó hacer de todo, desde cambiar un foco, hasta empacar cientos (o miles) de Grigri´s; desde llevar una computadora a reparar, hasta trabajar en la realización del Petzl RocTrip México 2010; desde sentarme a tomar un curso, hasta dar una y otra vez diversos talleres, clínicas y los mismos cursos antes tomados; desde comer una torta mientras manejas en la autopista rumbo a un evento, hasta compartir la mesa con algunas personalidades de la industria; escribir y contestar miles de correos, hacer presentaciones, enseñar a poner anclajes, aprender a hacer rescates en cuerdas, contestar teléfonos, subir, bajar, ir y venir. En fin, en nueve años hay tantos amaneceres y atardeceres para compartir que la lista sería interminable.


Pero incluso las grandes paredes tienen un final, una cima, un punto donde se debe retornar al suelo y quizá ésta es la parte más triste de la escalada, justo antes de comenzar el descenso sabiendo que quizá no vuelvas a posarte en esa cumbre, sabiendo que quizá no vuelvas a hacer cordada con ese gran compañero, sabiendo que quizá esa montaña de sueños que un día los unió, será la misma que más adelante los separe. Sí, sin duda es la parte más triste. Pero es necesario bajar y regresar con bien a la base de la pared, de lo contrario no sería posible posar la mirada sobre la siguiente cumbre, porque siempre hay una esperando ser conquistada.


Hoy no me queda más que agradecer la oportunidad que tuve, fue única y aunque en ocasiones desgastante, sin duda fue maravillosa. Di lo mejor que tengo y lo seguiré dando, que para eso estamos aquí, para llevar la mirada en alto (incluso cuando vemos hacia atrás). No importa si el sueño por el que trabajamos es adoptado o si efectivamente es nuestro propio sueño. Si transitamos por el mundo de los sueños, tarde o temprano podemos despertar en uno grandioso.

Así que a seguir soñando. ¡Work hard, play harder!